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domingo, 10 de agosto de 2008

LA MÔME PIAF

“No, no me arrepiento de nada. No, yo no me arrepiento de nada. Ni del bien, ni del mal que me han hecho, Todo eso me da lo mismo, Está pagado, barrido y olvidado. Barridos para siempre: vuelvo a partir de cero”


Sin duda, uno de los temas más interesantes del cine es el intento de desentrañar los mitos tras los íconos. Pasó con Morrison, con Marilyn, con Picazo y con cada figura de la escena artístico-bohemia que se ha introducido – querámoslo o no - en nuestro sistema, en nuestros recuerdos y, por qué no decirlo, también en nuestras almas.

¿Qué tienen estas personas de especial, que queremos saber sus vidas e historias personales? Será porque ellos han vivido de acuerdo a lo que han querido hacer, siguiendo sus sueños personales, viviendo sus vidas al límite… ¿Será envidia o admiración? ¿Quién no ha querido ser famoso, reconocido pero, todavía más importante, vivir de lo que más le gusta hacer en la vida?

“La Môme”, o “La vida en Rosa”, como fue traducida al español la película que cuenta la obra de Edith Piaf nos entrega algunos fragmentos importantes en la vida, nada rosa, de la cantante para conocer e intentar comprender el porqué de su avasalladora personalidad y aguda lengua. Son pequeños trozos de historia y posibles exageraciones, que se explican por el cariño al mito tras la mujer, del director y quiénes asesoraron la película y conocieron a la Piaf y que son parte de la imagen que desean mostrar en de esta tremenda gorrioncita callejera. Una cara del cubo.

Sin embargo, aún cuando en “La Môme” podemos verla como una mujer que sufrió grandes dolores y pérdidas emocionales importantes, también es claro que Edith fue una mujer muy apasionada, que vivió cada segundo de acuerdo a lo que le permitieron sus habilidades y capacidades y que, al final del camino, sumando y restando experiencias y excesos – desgraciadamente muchísimos excesos - simplemente no se arrepiente de nada. Tal como en la letra de “Non Je Ne Regrette Rein”.

También es posible apreciar, aunque en muchísima menor medida, algunos fragmentos de su vida amorosa que contó entre sus conquistas más importantes los nombres de otros mitos e íconos de la talla de Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour e incluso, se comenta, Marlene Dietrich.

Sin embargo, y aún cuando era percibida por muchos como una “devoradora de hombres” parece ser que también ella fue devorada por sus propias pasiones y que fueron estas mismas las que arrancaron los más dolorosos acordes en su vida, como queda de manifiesto en muchísimas de sus canciones, como por ejemplo ·”El Himno al Amor” que dedica a su adorado Marcel quién le es arrebatado – como casi todo en su vida – por un accidente aéreo, desatando su locura y dependencia a la Morfina. Este incidente, concuerdan sus conocedores, es el principio de su fin.

En resumen Edith vino, vivió, amó, luchó, cantó y encantó, como si en eso se le fuera la vida y solo por la manera en que el director, Olivier Dahan, plasma esto en la película y la tremenda actuación de una muy (¡pero muy!) parecida Marion Cotillard, cuya visión de la Piaf es huracanada por decir lo menos, es que hay que ver esta película. Y no detenerse ahí, porque al finalizar la película, queda la sensación de que faltaron cosas por ver, temas por tratar, vida por vivir. El mito de la Piaf es un misterio que vale la pena desentrañar. Una experiencia que de seguro puede cambiar la vida de muchos.

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