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miércoles, 25 de agosto de 2010

Requiem For a Dream:

Alguien deme una pistola, el Litio no será Suficiente

Me sentía incómoda frente a la situación general del todo, perenne y profundo, que proyectaba la puta pantalla. Me quería parar, ir al baño, tapar con un calientacamas, bostezar o comerme una barra completa de Toblerone viendo esta espantosidad ocurrir frente a mí. La música sonando fuerte e indetenible, cada vez más angustiante, amenazaba con destruir mi precario equilibrio, logrado después de años de Armonyl y una que otra visita a los dioses de todas las pintas.




“Vaya… con razón”, recuerdo que pensé cuando “Réquiem for a Dream” finalizó. “Menos mal que no la vi antes” razoné, semi convencida de las realidades actuales, “es muy probable que hubiese terminado de perder la cordura en aquel entonces”, deduje finalmente, antes de apagar el DVD.
Porque Réquiem para Un Sueño es una película que, vista en momentos difíciles de la vida, podría ser determinante. Quizás qué demonios y diálogos internos, que se revuelven calladitos en el fondo, despertaría semejante provocación en una persona aparentemente sana.

Con la bellísima, en su maltrecho personaje, Marion - Jennifer Connely - y el aún más bello Harry Goldfrab - Jared Letto - (quién también es el vocalista de 3o Seconds from Mars), Réquiem habla de la historia de amor entre estos dos disfuncionales personajes que intentan hacer espalda al otro para escalar el muro de problemas que los separa de una vida juntos en armonía, y el camino que han escogido para atrapar sus sueños.

Junto a su amigo Tyrone C (Marlon Wayans), Harry intenta hacer un negocio de tráfico de heroína y así conseguir el dinero para poner una tienda junto a su novia Marion, quién es diseñadora de ropa, pero Tyrone sufre un traspié y deben utilizar el dinero en un nuevo destino, lo que complica enormemente las cosas para todos.
La adicción de la pareja a la heroína, se convierte en uno más de los obstáculos – si no el más fuerte – que deben superar, y el desmoronamiento progresivo de su sueño en conjunto, termina de hacer de sus vidas un gris panorama.

Por otro lado la madre de Harry, Sarah (Hellen Burstyn) pasa sus días sentada frente al televisor, enviciada con los programas de concursos donde invitan a la gente para que de sus testimonios reales sobre cómo bajaron de peso, o cómo el sistema Talporcual mejoró sus vidas. Pero el real desvarío de Sarah comienza cuando recibe una llamada de la productora del programa, que ella interpreta con su oportunidad de ser vista por todos en su gloria y majestad, habiendo superado su limitada existencia de bocadillos, soledad y la recuperación constante del televisor que su hijo, Harry, empeña de cuando en vez para sustentar su “problema.”
Casi sin darse cuenta, todos ellos tienen una pala en la mano y comienzan a cavar su propia tumba sin ver que cada uno es la solución del otro, y que el veneno que los socaba a todos, es el mismo.

Sarah toma pastillas de dieta como si se tratara de m&m, todavía sentada frente al televisor, cada día más delgada, sin duda, pero así mismo cada vez más cerca de la locura. Las alucinaciones donde se ve en pantalla con un vestido rojo ganando no sólo los premios, sino también el respeto y cariño de los mismos presentadores, y el público, presentes en el programa, la obligan a presentarse en el canal con una pinta y una cara que distan enormemente de la imagen que ella tiene de sí misma en ese instante y para esa ocasión en particular.

Las heridas del consumo presentes, tanto dentro como fuera, de cada personaje logran generar una empatía en el espectador que hace imposible sentir algo menos que compasión ante el escenario que se presenta y los títeres cuyos hilos parecen a punto de cortarse a fuerza de tirones.

Decir que esta película es difícil es un eufemismo del peor gusto. Y esa música… esa maldita música que hace que me den ganas de arrojarme del piso más alto de la torre Entel, parece ser sólo el comienzo de este verdadero Réquiem, diseñado para un sueño convertido en millones de pedacitos…