Durante el rito de verificación de masculinidad papal, el candidato debe sentarse en una silla perforada para que un encargado eclesiástico pueda palpar sus atributos sexuales y luego de la inspección decretar: "Duos haber et ene pendientes" (Tiene dos y cuelgan bien). Pero, más allá de lo bizarro de la operación, ¿alguien se preguntó alguna vez por qué se hacía esto? Bueno, han de saber que razones hay, y de sobra.
Cuenta la leyenda, que por el año 850 existió una inquieta jovencita de mente brillante y silencioso andar, llamaba Johanna. Había nacido en una familia pobre pero duramente educada en el cristianismo más rígido por su padre, que era monje, aunque la educación sólo correspondía a los varones de la familia. Un poco molesta e inconforme con el orden de las cosas, Johanna convenció a su hermano, que se preparaba para el noviciado de la Scuola, de que le enseñara a leer y escribir y de a poco comenzó a educarse secretamente también.
De haberla descubierto algún representante de la iglesia en ese entonces, habría pagado con su vida la osadía de querer aprender, pues el ambiente patriarcal, represivo, castigador y misógino, por sobre todo, de la época alienaba a las mujeres a las labores de la casa y del peón, tratándolas como seres inferiores y de limitada inteligencia lo que, sospecho, no hizo más que fomentar en Johanna la idea de continuar con su plan de enseñanza mediante el ejemplo.
Por una jugarreta del destino, ambos hermanos mueren y ella adopta el nombre de uno de ellos, para abrirse paso en la Iglesia como Johannes Anglicus, con tanto éxito, que logra llegar al mismísimo lecho de un agonizante papa para curarlo de Gota. Para ese entonces, ya había pasado por la Scuola, un monasterio y una abadía sin ser descubierta y a lo largo de su camino se había ilustrado de tal forma en la medicina que era capaz de diagnosticar la enfermedad de un paciente tan solo analizando su orina.
Así, manteniendo un bajo perfil y procurando no mirar a los ojos de nadie por mucho tiempo, se convirtió en una leyenda entre la gente y cuando murió el papa Sergio, fue naturalmente elevada a la categoría de papa. Sin embargo, como nada es miel sobre hojuelas, ni siquiera Johannes se libró de tener un enemigo y un amor. El enemigo era el nomenclaturista del papa, Anastasio, quién ansiaba el poder por el engaño o la fuerza y, por supuesto le odiaba enconadamente y urdía planes durante gran parte del día para conseguir su objetivo. El amor, por otro lado, lo conoció antes de adoptar su identidad masculina y se trataba de un caballero de las tropas romanas que, estoy segura, también peleó en una batalla del Sr. de los Anillos…
Quiso la ironía de la vida que, durante una procesión papal cuando pasaban por la iglesia de San Clemente, el papa Johannes Anglicus fuese aquejado con los más inusuales dolores de parto para, finalmente y ante la sorpresa de todos, dar a luz frente a la iglesia de San Clemente. La multitud, por supuesto, se avanzó sobre él(la) y así terminó un papado que no dejó huellas impresas en la historia eclesiástica.
La Pontífice, film de origen alemán y basado en la novela de Donna Woolfolk, "Pope Joan", es una película que recoge el mito de La Papisa Juana, como se le conoce popularmente, y lo desglosa con una lectura de fácil comprensión en términos históricos. Con un tono definitivamente épico y personajes notables, casi caricaturescos en su bondad y brutalidad, llevan la historia de forma amena y en más de una ocasión se agradece la presencia sajona cortando cabezas.
Recomiendo verla un domingo para manifestar todo tipo de preguntas filosóficas, eclesiásticas, fundamentales y de los más variados tipos, ojalá mordisqueando pop corn para que no sea tan grave el todo. Después, ver La Huérfana. (próxima crítica)
miércoles, 20 de octubre de 2010
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