Seguidores

lunes, 25 de octubre de 2010

Una caja de Pandora

La premisa de esta película es simple: ¿Puedes matar a alguien que no conoces ni has visto, y ni siquiera tienes que matar tu mismo con tus propias manos, por un millón de dólares? Si puedes, entonces aprieta el botón. Alguien, en algún lugar del mundo, no sabemos dónde, morirá. No sabemos si ese alguien es un hombre, un anciano o un niño. Si es hombre o mujer… no sabemos cómo morirá, sólo sabremos que en el instante en que nosotros lo decidamos, eso pasará y seremos los ¿felices? propietarios de un millón de dólares.





Con la actuación de una madura y más sólida Cameron Díaz y un bastante más calmo y sereno también James Marsden, encarnando al matrimonio formado por Norma y Arthur, profesora e ingeniero de la NASA, viven en una paz relativa hasta que un día llega esta misteriosa caja con un botón a alterar el curso de sus vidas para siempre.

"The Box", está ambientada en el año 1976, con los primeros descubrimientos importantes de la NASA, y bajo un halo de Ciencia Ficción que más bien recuerda el estilo de Alfred Hitchcock, o The Twilight Zone, la película transcurre entre momentos de una tensión silenciosa y desesperada y otros vacíos de emoción, o entendimiento, para hilar más fino, ya que por instantes la trama se maneja sola dejando al espectador perdido en sus cavilaciones para concluir abruptamente y con las palabras de advertencia de algún personaje todavía flotando en los oídos.

Para ver el trailer: http://www.imdb.com/video/imdb/vi2447835673/

miércoles, 20 de octubre de 2010

Johannes Anglicus, Primer(a) Papa

Durante el rito de verificación de masculinidad papal, el candidato debe sentarse en una silla perforada para que un encargado eclesiástico pueda palpar sus atributos sexuales y luego de la inspección decretar: "Duos haber et ene pendientes" (Tiene dos y cuelgan bien). Pero, más allá de lo bizarro de la operación, ¿alguien se preguntó alguna vez por qué se hacía esto? Bueno, han de saber que razones hay, y de sobra.


Cuenta la leyenda, que por el año 850 existió una inquieta jovencita de mente brillante y silencioso andar, llamaba Johanna. Había nacido en una familia pobre pero duramente educada en el cristianismo más rígido por su padre, que era monje, aunque la educación sólo correspondía a los varones de la familia. Un poco molesta e inconforme con el orden de las cosas, Johanna convenció a su hermano, que se preparaba para el noviciado de la Scuola, de que le enseñara a leer y escribir y de a poco comenzó a educarse secretamente también.

De haberla descubierto algún representante de la iglesia en ese entonces, habría pagado con su vida la osadía de querer aprender, pues el ambiente patriarcal, represivo, castigador y misógino, por sobre todo, de la época alienaba a las mujeres a las labores de la casa y del peón, tratándolas como seres inferiores y de limitada inteligencia lo que, sospecho, no hizo más que fomentar en Johanna la idea de continuar con su plan de enseñanza mediante el ejemplo.

Por una jugarreta del destino, ambos hermanos mueren y ella adopta el nombre de uno de ellos, para abrirse paso en la Iglesia como Johannes Anglicus, con tanto éxito, que logra llegar al mismísimo lecho de un agonizante papa para curarlo de Gota. Para ese entonces, ya había pasado por la Scuola, un monasterio y una abadía sin ser descubierta y a lo largo de su camino se había ilustrado de tal forma en la medicina que era capaz de diagnosticar la enfermedad de un paciente tan solo analizando su orina.

Así, manteniendo un bajo perfil y procurando no mirar a los ojos de nadie por mucho tiempo, se convirtió en una leyenda entre la gente y cuando murió el papa Sergio, fue naturalmente elevada a la categoría de papa. Sin embargo, como nada es miel sobre hojuelas, ni siquiera Johannes se libró de tener un enemigo y un amor. El enemigo era el nomenclaturista del papa, Anastasio, quién ansiaba el poder por el engaño o la fuerza y, por supuesto le odiaba enconadamente y urdía planes durante gran parte del día para conseguir su objetivo. El amor, por otro lado, lo conoció antes de adoptar su identidad masculina y se trataba de un caballero de las tropas romanas que, estoy segura, también peleó en una batalla del Sr. de los Anillos…

Quiso la ironía de la vida que, durante una procesión papal cuando pasaban por la iglesia de San Clemente, el papa Johannes Anglicus fuese aquejado con los más inusuales dolores de parto para, finalmente y ante la sorpresa de todos, dar a luz frente a la iglesia de San Clemente. La multitud, por supuesto, se avanzó sobre él(la) y así terminó un papado que no dejó huellas impresas en la historia eclesiástica.

La Pontífice, film de origen alemán y basado en la novela de Donna Woolfolk, "Pope Joan", es una película que recoge el mito de La Papisa Juana, como se le conoce popularmente, y lo desglosa con una lectura de fácil comprensión en términos históricos. Con un tono definitivamente épico y personajes notables, casi caricaturescos en su bondad y brutalidad, llevan la historia de forma amena y en más de una ocasión se agradece la presencia sajona cortando cabezas.

Recomiendo verla un domingo para manifestar todo tipo de preguntas filosóficas, eclesiásticas, fundamentales y de los más variados tipos, ojalá mordisqueando pop corn para que no sea tan grave el todo. Después, ver La Huérfana. (próxima crítica)

miércoles, 25 de agosto de 2010

Requiem For a Dream:

Alguien deme una pistola, el Litio no será Suficiente

Me sentía incómoda frente a la situación general del todo, perenne y profundo, que proyectaba la puta pantalla. Me quería parar, ir al baño, tapar con un calientacamas, bostezar o comerme una barra completa de Toblerone viendo esta espantosidad ocurrir frente a mí. La música sonando fuerte e indetenible, cada vez más angustiante, amenazaba con destruir mi precario equilibrio, logrado después de años de Armonyl y una que otra visita a los dioses de todas las pintas.




“Vaya… con razón”, recuerdo que pensé cuando “Réquiem for a Dream” finalizó. “Menos mal que no la vi antes” razoné, semi convencida de las realidades actuales, “es muy probable que hubiese terminado de perder la cordura en aquel entonces”, deduje finalmente, antes de apagar el DVD.
Porque Réquiem para Un Sueño es una película que, vista en momentos difíciles de la vida, podría ser determinante. Quizás qué demonios y diálogos internos, que se revuelven calladitos en el fondo, despertaría semejante provocación en una persona aparentemente sana.

Con la bellísima, en su maltrecho personaje, Marion - Jennifer Connely - y el aún más bello Harry Goldfrab - Jared Letto - (quién también es el vocalista de 3o Seconds from Mars), Réquiem habla de la historia de amor entre estos dos disfuncionales personajes que intentan hacer espalda al otro para escalar el muro de problemas que los separa de una vida juntos en armonía, y el camino que han escogido para atrapar sus sueños.

Junto a su amigo Tyrone C (Marlon Wayans), Harry intenta hacer un negocio de tráfico de heroína y así conseguir el dinero para poner una tienda junto a su novia Marion, quién es diseñadora de ropa, pero Tyrone sufre un traspié y deben utilizar el dinero en un nuevo destino, lo que complica enormemente las cosas para todos.
La adicción de la pareja a la heroína, se convierte en uno más de los obstáculos – si no el más fuerte – que deben superar, y el desmoronamiento progresivo de su sueño en conjunto, termina de hacer de sus vidas un gris panorama.

Por otro lado la madre de Harry, Sarah (Hellen Burstyn) pasa sus días sentada frente al televisor, enviciada con los programas de concursos donde invitan a la gente para que de sus testimonios reales sobre cómo bajaron de peso, o cómo el sistema Talporcual mejoró sus vidas. Pero el real desvarío de Sarah comienza cuando recibe una llamada de la productora del programa, que ella interpreta con su oportunidad de ser vista por todos en su gloria y majestad, habiendo superado su limitada existencia de bocadillos, soledad y la recuperación constante del televisor que su hijo, Harry, empeña de cuando en vez para sustentar su “problema.”
Casi sin darse cuenta, todos ellos tienen una pala en la mano y comienzan a cavar su propia tumba sin ver que cada uno es la solución del otro, y que el veneno que los socaba a todos, es el mismo.

Sarah toma pastillas de dieta como si se tratara de m&m, todavía sentada frente al televisor, cada día más delgada, sin duda, pero así mismo cada vez más cerca de la locura. Las alucinaciones donde se ve en pantalla con un vestido rojo ganando no sólo los premios, sino también el respeto y cariño de los mismos presentadores, y el público, presentes en el programa, la obligan a presentarse en el canal con una pinta y una cara que distan enormemente de la imagen que ella tiene de sí misma en ese instante y para esa ocasión en particular.

Las heridas del consumo presentes, tanto dentro como fuera, de cada personaje logran generar una empatía en el espectador que hace imposible sentir algo menos que compasión ante el escenario que se presenta y los títeres cuyos hilos parecen a punto de cortarse a fuerza de tirones.

Decir que esta película es difícil es un eufemismo del peor gusto. Y esa música… esa maldita música que hace que me den ganas de arrojarme del piso más alto de la torre Entel, parece ser sólo el comienzo de este verdadero Réquiem, diseñado para un sueño convertido en millones de pedacitos…

miércoles, 14 de julio de 2010

EL SOLISTA: EL DON DE LA LOCURA

Ví la película en un estante de películas. La tomé para ver la carátula, el elenco. El solista contaba con la actuación principal de Jamie Foxx, quién personificó a Ray Charles, y el inigualable y personal favorito Robert Downey Jr. Casi de inmediato quise verla.




El Solista es la historia de un periodista del L.A Times, Steve López, y su descubrimiento de las joyas ocultas en la vida cotidiana de una ciudad sin alma. O peor aún, llena de almas rotas. Descreídas. Adulteradas. Almas sufrientes evitando la vida misma.

López pasea por la ciudad y se encuentra con un indigente que toca el violín frente a la estatua de Beethoven en una plaza de la ciudad, cerca del diario.

El violín tiene sólo dos cuerdas, pero Nathaniel (Jamie Foxx) se las ingenia para arrancar de él lo suficiente para que un oído ni siquiera entrenado comprenda lo que quiere decir. No le cuesta a López acercarse a él y entablar una (desquiciada) conversación/monólogo de parte del Nathaniel Anthony Ayres.

Esta historia, por lo demás inspirada en hechos reales, es la historia de una persona oyendo, viendo, a otra persona en medio de la calle. Es la historia de una persona que reconoce el don, dentro de la locura, de otra persona. Y le llega. Se abre, sin notar cómo, al grado que le afecta saber sobre el bienestar de este loco genio musical que balancea su violín de dos cuerdas en medio de la autopista, tocando para las palomas, que lo aplauden con sus alas al elevar el vuelo.

La tremenda presencia de Robert Downey Junior empapa la película. No sabemos si el periodista real es así de carismático, pero en este cuento funciona su personalidad abismante, independiente y testaruda. Siempre corriendo, solitario a más no poder, golpeado, incluso por la vida, López comienza a vivir para Nathaniel. De pronto sus días tienen más sentido. Su prosa se llena de alma y ambos son el sol luminoso en la vida del otro. Pero, ¿cómo cambiar algo que no tiene intensiones de ser modificado? ¿Cómo obligar, enseñar, a otro a vivir como se debe vivir?

Jamie Foxx nos vuelve a regalar un personaje querible, cegado por la locura, músico otra vez, inquietante en su auto tortura, complejo y roto, aún así amable, cortés, afable. Con sus disparatados disfraces, Nathaniel sigue siendo un astro cuando toma el violoncello que le ha enviado de regalo una de las lectoras de la columna de López.

El miedo, en sus distintos formatos, se ha encargado de desenrrielar tanto a los protagonistas como a los acontecimientos en la película, pero poco a poco, en la medida que avanza la cinta, hasta el momento más álgido encuentra una pauta para bajar los tonos de esta melodía hasta la aceptación. Y la Gracia.

THE ROAD: ¿Quién quiere vivir así?

En más de una ocasión me he preguntado - dadas las noticias y realidades contemporáneas, adosadas con la enorme cantidad de filmes sobre próximos holocaustos causados por el hombre – si querría vivir en un mundo tan frío y gris como el que daría por resultado un desbarajuste ecológico o tecnológico mundial. Y mi respuesta sigue siendo “De ninguna forma”. Bien, pues ahora, luego de ver esta película, creo que agregaré un par de signos de exclamación a mi respuesta inicial.



The Road, protagonizada por Viggo Mortensen y Charlize Theron, habla sobre el resultado de un mundo sin flora ni fauna. Sin días soleados ni mar azul. Habla sobre la vida después de la vida, donde un padre intenta proteger a su hijo del nuevo régimen social, en que los hombres se comen entre ellos, porque ya no hay más alimento en el mundo. Todos han muerto y lo que han sobrevivido son caníbales, vándalos y desalmados.

Por eso comprendo perfectamente la disyuntiva de Charlize, la madre del niño, cuando le pide a Viggo terminar con su embarazo antes de tiempo. Con su embarazo y con su vida. Tiene una pistola con 2 balas, que le ruega utilizar en ellos para no alargar más la agonía de ese nuevo mundo. Me parece que su ruego tiene un sentido de escape y liberación que él no consigue ver.

La película se desenvuelve de tal forma, que los protagonistas pueden tanto ser los “chicos buenos” como los “chicos malos” durante la película. La única distinción entre estos y los otros parece ser el principio de no cometer canibalismo. Este es el parámetro que establece el padre con su pequeño hijo, mientras vagan por las ciudades destruidas camino al sur en búsqueda de algo mejor que el presente y el ahora.

The Road es una película de difícil digestión. Tiene momentos muy duros de ver para el espectador sensible, silencios tensos y miradas tácitas que pueden quebrar al oyente a través de la pantalla. El canibalismo y la muerte son una realidad normal dentro de la métrica de esta historia, y el niño, aunque pequeño y definitivamente inocente, debe aprender a utilizar una pistola si llega el momento. Está curtido de lo que ha visto y de lo que ha huido. No sabe qué es ni para qué sirve un árbol de navidad. Jamás ha probado una gaseosa. Sólo conoce el amor de su padre, el recuerdo de su madre y el más terrible miedo a la raza humana que se pueda contemplar en la pantalla.

Viggo, por su parte, está demacrado y famélico, sucio y, si es posible, más silencioso que de costumbre. Es un perro callejero. Un perro hambriento que defiende su cría con uñas y dientes. Soberbio en su actuación, parece ser que este papel le acomoda perfectamente ya que no le teme a las escenas difíciles ni parece quebrarse cuando lo impensado comienza a suceder en su mundo personal. Está entregado a su papel, comprometido como si en vez de cámaras, hubiesen sido ojos los testigos de esta transformación en un ser del nuevo, espantoso, mundo.

Recomiendo una visita a Fantasilandia al terminar de ver la película. Y mucha, mucha azúcar

jueves, 8 de julio de 2010

LA VIDA DE LOS PECES: Dos horas de mi vida que no volverán.

Si bien es cierto que el director Matías Bize había tenido éxito explorando el lado más oscuro del almita de Blanca Lewin al meterla en la cama con Gonzalo Valenzuela y luego exponiéndola a no querer casarse en la cinta documental de la novia “Sábado”, pero esta vez - lamento decirlo- no ha tenido éxito.



La vida de los peces (re)busca las emociones perdidas en el tiempo de una pareja de pololos que terminaron, por lo que se entiende en el film, casi por el aburrimiento de tenerlo, prácticamente, todo: Tiempo, ganas, amor, amigos, etc.

Santiago Cabrera, el protagonista, le pide un tiempo a Blanca y ese tiempo termina convirtiéndose en años porque como la vida suele hacer lo que quiere con uno, que más bien parece un calcetín sin rumbo en una lavadora de situaciones irremediables, ocurre que en más de una ocasión las cosas no se dan de acuerdo “ a lo planeado”.

Años después Santiago vuelve para encontrar que Blanca tiene mellizas y se casó con un gringo fome. No es felíz ni parece querer serlo. Sólo le pasó la vida. Y tomó las elecciones que, en el momento, le parecieron adecuadas.

Por otro lado, él, trabaja como un nómade periodista de viajes. Su propia itinerancia lo ha llevado a sentirse parte de todo y nada a la vez, y esta crisis de desarraigo es la detona su regreso a Chile, coincidente con el cumpleaños del típico compañero de la Universidad que siempre celebra en grande.

En ese escenario, lleno de recuerdos, se encuentra Santiago en el desasosiego de esperar la llegada de Blanca o no. De tomar el vuelo que sale esa noche a Amsterdam o someterse a los designios del reloj, que sigue avanzando implacable. En un arrojo de valentía, decide esperar la llegada de Blanca casi autoengañándose y despidiéndose de cada persona en la casa por espacio de, mínimo, media hora, con tal de que coincida su salida con la entrada de ella. Y por supuesto, cuando va de salida, llega ella. Así comienza su última oportunidad de cambiar el destino que los separó.

Pero aquí hay un problema. No es el tema de la película, sino el tratamiento que se le da a este. Entre la muerte misteriosa (y no aclarada mayormente por nadie en el film) del hermano del cumpleañero, los amigos y ex compañeros de la universidad y el desarrollo de las vidas de todos ellos, se pierde el tema central y a ratos parecen más entretenidas las conversaciones que se dan fuera del tema amoroso central.

Blanca parece realmente cansada y no explora más allá de lo que dice su personaje en sus acciones y Santiago no parece conectar con ella más de lo que conecta con sus amigos. Es un outsider de la película completa y todo su elenco. Tiene buenos ángulos y un juego de miradas tácitas bastante intensas que ayudan al objetivo general de la película, pero se extraña un mayor desarrollo del tema, una perspectiva más íntima de lo que pasa por la cabeza de los aludidos, casi una voz en off. Para todo.

Por otro lado, sí son mencionables algunos aciertos como la escena en que ella comienza a hablar con él y se ve de perfil pero hablando con la sombra de Santiago. Se entiende que habla casi con un fantasma, es simpático el efecto y se comprende.

También la abstracción del protagonista cuando sostiene una conversación tensa o importante con otro personaje y aparece una sordera del resto del ruido ambiente, pero así y todo, la trama se vuelve lenta y falta de vida.

Habría sido una buena idea utilizar algunos raccontos para hacer el relato más dinámico y aportar más color a los personajes en general.

Habría sido lindo explorar un poco más el tema del abandono, de cómo pasa que aún cuando todo parecía ir en una dirección determinada se pueden torcer los destinos de manera irremediable, de qué hacer cuando no hay conformidad con el plan final y se quiere, se necesita, arrebatar un poco de lo que la misma vida te ha ido quitando.

Habría sido bello ver cómo hay quiénes son dueños de sus vidas y no títeres del destino.

Faltó coraje. Faltó propósito. Y faltó vida.

Salí del cine con la molesta sensación de que había perdido parte de mi tiempo. Qué molestia.

ACROSS THE UNIVERSE: Only for open minded fans

Advertencia: Existen dos tipos de fanáticos de los Beatles; Los que son capaces de soportar un cover del grupo y los que no. Si Ud. es uno de los segundos, le aconsejo que aborte inmediatamente la lectura y vuelva a sus discos remasterizados sin siquiera recordar que alcanzó a leer estas líneas. Si, de lo contrario, es Ud. un fanático capaz de soportar la idea de que alguien más – aparte de Ud. – haya gustado tanto del grupo y sentido la necesidad de rendir un tributo, entonces tiene permiso para continuar con esta lectura.



Across The Universe narra la historia de Jude, un joven trabajador de fábrica de Liverpool sin mayor futuro que aspirar a un cheque a fin de mes por la monotonía de sus servicios, y quién un día decide que es hora de recorrer un poco del mundo para ver a qué sabe y, de paso, averiguar el paradero de su progenitor.

Así comienza el viaje de Jude a Norteamérica, donde conocerá a Max, un aventurero, altamente intranquilo y siempre curioso, que huye de la universidad para conocer también un poco de la gran manzana. Juntos emprenden un viaje a Nueva York, mientras se van cruzando en el camino con prácticamente todas las canciones de los Beatles encarnados en singulares personajes. Así tenemos a Prudence, una pequeña vietnamita de Ohio que busca su destino en el mundo; Sadie, la viva imagen de Janis Joplin; Jo jo, el guitarrista de Sadie, quién tiene un parecido remarcable a Jimmy Hendrix; Lucy, la hermana de Max y novia de nuestro protagonista, y varios otros guiños de la época, contextos y temas de las canciones.

Ahora, ¿por qué verla? Bien, aparte del placer que produce el distinguir tantas, y casi todas, las canciones, vale la pena verla por la forma en que se utilizan las letras de los temas vistas desde otras perspectivas en la construcción de la película. Sin ir más lejos, y a modo de bocadillo, me permito contar que una de las primeras canciones que aparecen en la película es “I wanna hold your hand”. Como bien saben, esta canción habla sobre una confesión amorosa que, al ser revelada, pide el apoyo del elemento inspirador. Y dice:

“Yeah, I´ll tell you something, i think you´ll understand. When i say that something, I wanna hold your hand… Oh please, say to me, you´ll let me be your man. And please say to me, you´ll let me hold your hand...I wanna hold your hand, oh let me hold your hand. And when I touch you, I feel happy inside… it´s such a feeling that my love, I can´t hide.”

La letra, por supuesto, no es nada nuevo o inesperado, al menos dentro de la métrica de lo que se considera “normal”. Y sin embargo, es una mujer quién se la canta a otra. Nice touch.

De la misma forma, recorremos gran parte de la discografía de la mano de todos los personajes presentes en la cinta, - no olvidar que se trata de un musical – pero acomodadas a las vivencias que van experimentando, a los lugares, situaciones y a los otros personajes a los que se ven enfrentados durante el metraje.

Otra singularidad de la película, ambientada en los años 60, es la crítica al sistema del Tío Sam y su “I WANT YOU” del cual parecía no haber escape en el momento y al que se ve sometido Max, quién al dejar la Universidad queda vulnerable a cumplir con su deber patriótico.

Dentro de la escena en que Max se enrola, hay una gran similitud con The Wall y sus martillos nazis, caricaturizando al producto (soldado) y la elección (y empaque) de éste. Nuevo enfoque del tema “I want you” que, en este caso, canta el mismísimo Tío Sam, y la que es “so Heavy” termina siendo la estatua de la libertad al ser cargada sobre la espalda de los jóvenes soldados que envían a la guerra.

También vale destacar la presencia del Wallrus Egg Man, interpretada por Bono en su Magical Mistery Tour, que entraña un viaje psicodélico y culmina en una travesía a lo Sargent Pepper.

Por supuesto, y como era de esperar, también será posible apreciar lugares comunes como el techo del último concierto y más de una cantina de borrachines tristes que toman decisiones por medio de canciones envalentonadoras.

Además, ¡el protagonista es calcado a Mc Carntney!